Javier no quería pertenecer a ese 62 por ciento de españoles que sufren estrés, tal y como había leído en varios medios de comunicación.
La antesala de otros trastornos de salud mental, como ya padece el 34 por ciento de la población española.
Al menos él se había dado cuenta de que su vida debía dar un giro de 360 grados.
Era domingo por la mañana. Decidió salir a pasear al parque en solitario. Para despejar la mente, se dijo.
Despejar la mente y alejarse de sus pantallas de ordenador. Incluso dejó el móvil en su mesita de noche después de haberle dado al “off”.
No quería saber nada de nadie. Quería tiempo para sí mismo.
Y fue entonces cuando lo vio.
Una vida caótica y solitaria
Había acertado eligiendo sus estudios. Se graduó con nota en ciberseguridad.
La profesión del futuro. Los piratas informáticos hacían de las suyas constantemente y las empresas buscaban afanosamente expertos en ciberseguridad.
No le costó ni un minuto encontrar trabajo en una empresa de desarrollo de software.
Lo que no imaginaba es que la presión para mantener los sistemas fuera del alcance de los ciberdelincuentes le iba a pasar factura a su estado mental.
Su vida se convirtió en caótica. Tan caótica que perdió el contacto con sus amigos. Sus largas jornadas laborales le impedían conocer a nuevas personas.
Era una rutina diabólica. Una rutina que le había atrapado y le apretaba fuertemente en su estado de ánimo hasta el punto de asfixiarle.
Entró en una espiral de agotamiento y desmotivación. Cada vez estaba más solo y su ansiedad crecía.
El aire fresco del parque esa mañana de domingo le estaba sentado bien.
De repente, esbozó una sonrisa.
No recordaba la última vez que sonrió.
Un perro Maltipoo perseguía alegremente una pelota de tenis.
La pelota rodó hasta los pies de Javier. El Maltipoo se acercó y la cogió pero, antes, levantó su cabeza y se “topó” con sus ojos.
“Este perro me ha hecho sonreír”, se dijo a sí mismo.
“Quizá sea una buena idea hacerme con un Maltipoo”.
Desechó la idea de inmediato
Pero desechó la idea de inmediato. Sería imposible que él, con su vida desordenada y enfocada cien por cien al trabajo, pudiera atender como es debido a un perro.
Se acercó el dueño.
-Perdona si te ha molestado mi perro. Le he lanzado la pelota y no me había dado cuenta de que estabas tan cerca.
-No te preocupes, contestó. A mí no me ha molestado en absoluto. Es un Maltipoo, ¿verdad? ¿qué tal son estos perros?, preguntó.
-Son geniales, respondió el dueño de la mascota con entusiasmo. A mí, este perro me ha cambiado la vida.
-¿Cómo dices? ¿Por qué te ha cambiado la vida?
-Por qué me sentía solo y agobiado por mi trabajo. No tenía tiempo para quedar con mis amigos. Entré en depresión y acudí a un psicólogo.
El dueño del Maltipoo le contó que el profesional de la salud le recomendó tener un perro, una animal a quién cuidar porque le vendría de perlas para combatir la sensación de soledad.
Le dijo que era muy normal que las personas que se sentían solas tuvieras perros de acompañamiento emocional.
¿Y por qué un Maltipoo?
Fue la siguiente pregunta que le hizo Javier al dueño del perro. ¿Por qué eligió a un perro Maltipoo?
-Muy sencillo, respondió. Por su carácter.
Efectivamente. Los perros Maltipoo son muy tranquilos. Se adaptan a cualquier espacio y esperan pacientemente a que sus dueños les saquen de paseo.
Pero una vez que salen de paseo son muy enérgicos. Les encanta correr, saltar, jugar…
-Lo cierto –continuó explicando el dueño del perro- es que tener una mascota es un motivo para salir de casa. Antes de tenerlo, me encerraba entre mis cuatro paredes cuando llegaba del trabajo. Los paseos con mi Maltipoo me han permitido conocer a otras personas.
Una semana muy larga
Después de este encuentro con el Maltipoo en el parque, poco le importaba si una red de ciberdelincuentes estaba atacando tal o cual sistema informático.
Solo quería que pasaran las horas porque se había hecho el propósito de acudir a un criadero de perros y buscar a su nuevo amigo.
Se levantó temprano ese sábado por la mañana, cogió su coche y se presentó en las instalaciones del criadero.
Durante la semana había tenido algo de tiempo de buscar más características sobre los Maltipoo.
Las opiniones eran unánimes. Eran perros muy inteligentes, que aprendían muy rápido y ansiaban por hacerlo.
Eran perros muy fieles que congeniaban a las mil maravillas con otras personas y también con otros perros.
Y, por descontado, que se informó sobre una de las características más destacadas de estos perros. Su pelaje hipoalergénico, indicado para personas que tiene alergia a los perros.
No era su caso, pero bueno era saberlo.
El momento del cambio
Le estrechó la mano al propietario del criadero y recorrieron las instalaciones sin demora.
-Oye –dijo Javier- ¿qué le pasa a ese perro? Parece muy triste.
-Lo está. Hace dos días su dueño nos lo trajo y nos dijo que por favor nos lo quedáramos porque no podía atenderlo. Nos indicó que se tenía que trasladar a otro país por motivos laborales durante unos meses.
Los perros acusan estos golpes. Saben perfectamente que les han abandonado y se sienten rechazados.
Javier vio su cara de tristeza y, aunque su primera intención era la de comprar un cachorro, no dudó en convertirse en su nuevo amo y proporcionarle ese bienestar del que ya había disfrutado.
El propietario del criadero le dio las gracias. Y le dijo que respondía al nombre de Cambio.
Javier y Cambio no tardaron en hacerse buenos amigos. Y Javier no tardó en sentirse mucho mejor.
Si alguna vez te has sentido solo o atrapado en la rutina; si alguna vez has tenido problemas de ansiedad o estrés, no dudes ni por un momento que una buena solución es comprar un perro.
Y más concretamente comprar un Maltipoo, por su naturaleza cariñosa y por su inteligencia. Y porque son capaces de enamorarte a primera vista.